El musculo ante el ejercicio

La inmensa mayoría de los deportes conllevan la realización de un esfuerzo físico importante que obliga al organismo a poner en marcha diversos mecanismos de adaptación. Para que el sistema muscular pueda trabajar al ritmo que se le impone, las fibras musculares necesitan recibir un aporte de oxígeno adecuado, mucho mayor que el que requieren en reposo. El organismo soluciona este problema gracias a una serie de cambios en el sistema circulatorio. 

Durante el reposo sólo están abiertos de un 12 a un 20 % de los vasos capilares que irrigan los músculos. En cambio, durante un ejercicio agotador se abren todos los capilares que permanecían inactivos, produciendo así un aumento en el flujo sanguíneo. 

Durante la actividad física, el músculo consume rápidamente el oxígeno, lo que provoca una vasodilatación. 

Además del mecanismo descrito, el riego de sangre a través de los músculos está controlado por el sistema nervioso. En efecto, los músculos esqueléticos están provistos de unas fibras nerviosas que dilatan los vasos sanguíneos y otras que los contraen. La estimulación máxima de las fibras vasodilatadoras en los músculos esqueléticos puede aumentar su riego sanguíneo en un 400 por 100. Estas fibras vasodilatadoras son activadas por una vía nerviosa especial que comienza en el cerebro. Cuando la corteza cerebral inicia la actividad muscular, simultáneamente excita las fibras vasodilatadoras de los músculos activos, y se produce inmediatamente vasodilatación. 

Durante el ejercicio tienen lugar tres cambios esenciales que proporcionan el enorme riego sanguíneo necesario para los músculos. Es lo que se denomina reajuste circulatorio durante el ejercicio y son los siguientes: 

• La descarga masiva del sistema nervioso simpático en todo el cuerpo. 

• El aumento del volumen de sangre que el corazón expulsa por cada minuto. 

• El aumento de la presión arterial.

El incremento del volumen de sangre que expulsa el corazón se debe principalmente a la intensa vasodilatación local que ocurre en los músculos activos. Cuando desde las venas fluyen grandes cantidades de sangre hacia el corazón, las cavidades de éste se dilatan, y el músculo cardíaco se contrae con mayor fuerza, con lo que aumenta su capacidad de bombear sangre al torrente circulatorio. 

Este interesante efecto del aumento de la contractilidad del corazón provocado por un aumento de retorno venoso se conoce como "Ley de Frank-Starling" y es uno de los conceptos fundamentales de la fisiología humana. 

En condiciones normales de reposo, el volumen de sangre que llega al corazón procedente de la circulación periférica es de unos cinco litros por minuto, y estos cinco litros son los que el corazón debe expulsar hacia los distintos órganos y tejidos. Pues bien; el corazón de un atleta bien entrenado, mientras realiza un ejercicio físico intenso, es capaz de bombear hasta 35 litros de sangre por minuto. Esto es debido también a que el entrenamiento atlético continuado provoca un agrandamiento del corazón, que puede llegar a aumentar su volumen en un 50%.

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